Cómo siguiendo un impulso, nos presentamos en Java (Indonesia) a mitad de Noviembre. A nuestra llegada a Jakarta, oscuras nubes, fuertes vientos y evidentes signos de lluvia en el suelo, nos dan una “cálida” bienvenida. Mirando un poco los partes de olas, nada parecía fuera de lo normal para esta época del año. Vientos fuertes de mar, tormentas y un swell sin dirección clara eran los avisos de qué estábamos equivocados.
Con este panorama, lo normal es cambiar de isla o incluso de país, pero como en otros muchos lugares, la naturaleza no tiene medida o se puede predecir al ciento por ciento, por lo que ahí estábamos de nuevo, cargados con las mochilas, el bugui y con unas ganas locas de “perdernos” entre playas, volcanes y arrecifes de coral.
Una vez en camino, en el tren, los paisajes son distintos a los que pueden verse en otra época del año. Campos de arroz verdes a punto de ser recogidos, montañas bañadas por nubes blancas y ríos con el agua fluyendo con fuerza, todo esto acompañado con un sol muy fuerte que evapora la poco agua caída durante la noche.
Ponemos rumbo a Java Central, una tierra rica en templos, ciudades muy locales, playas y sobre todo olas. Llena de rompientes de coral afilado y serpenteantes costas, java central esconde olas de una calidad impresionante, no muy llenas, aún, de surferos y para todos los gustos, izquierdas y derechas huecas, tuberas y rápidas rompen por casi todos lados.
Fuera de temporada, a veces, el viento sopla con menos fuerza, el mar se levanta y la corriente se calma... Es entonces cuando las olas llegan y solo dos o tres personas somos testigos de esa "maravilla". Cuando esto sucede, es cuando sabes que si estás en el lugar adecuado en el momento correcto, te pasan cosas difíciles de contar o de explicar según los nuevos “expertos” del mar que todos seguimos ciegamente en internet. Cuando esto sucede, sabes que el mar tiene “vida” y que sólo tienes que esperar a que te conteste.
Cómo si de una piscina de olas se tratara, empiezan a salir olas de izquierda y derecha perfectas, una tras otra, dejando tubos huecos y largos, casi inacabables que rompen sobre el afilado coral. Los pocos “creyentes” que estamos ahí esperando el milagro, nos miramos y no podemos evitar sonreírnos, antes de salir corriendo a por las aletas y la tabla, gritándonos: ¡!Te lo dije!! Cómo manera de mentalizarse antes de la sesión que nos espera.
Los locales por aquí, son muy amables y sonrientes, dispuestos a ayudarte en lo que sea para que tú también te vayas con una gran sonrisa de su homestay o guess-house. Conocen las olas y los spots de alrededor y lo más importante para nosotros, te hacen sentir como en “casa”, con sus comidas y largas tertulias observando el atardecer caer por detrás del rompiente.
En definitiva, a veces sólo tienes que “fluir” entre los lugares, dejando atrás días, meses o cualquier palabra que tenga que ver con el tiempo, para centrarte en disfrutar y entender la naturaleza y sus “condiciones”.
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